Por Roberto López Moreno
Eran las 3.5 ascensiones de Richter;
vinieron a informar a la ciudadanía
que el poeta había muerto.
¿Cómo decírselo ahora a sus poemas?,
¿cómo decirle al aire en el que vuela?,
¿cómo al agua?,
tienes razón Adolfo, ¿cómo?
Tú me presentaste con él, ¿te acuerdas?,
Casa de los Azulejos: “el es Roberto López...”
y yo tendí mi mano hacia el centro en combustión
de mis blasfemias.
Una cosa es hablar de la llama
y otra hablarle a la llama.
“El es Roberto López...” y la calle Madero
fue colibrí nocturno de mi anfracto calendario.
Eran las 3.5 de Richter, Adolfo Castañón,
unas horas antes
la llama de Mixcoac se había elevado sobre el valle,
se había hecho aire de abril,
sur de domingo,
y nosotros pupila absorta frente a la transparencia.
Eran las 3.5
y era la eternidad que nos rozaba.