Dos contendientes en Faro Tláhuac
Golpeadora
Por Hayde Ramos
Mis pies no tienen las rayas
ni los dactilares comulgan
con la geografía que fui,
perdí manos y cara,
desaprendí a las mujeres que conocía,
sus palabras y rostros,
como loca caminé una vez más
entre ellas.
Mis piernas dejaron de sostener las murallas,
tu MURALLA
me caí de la pendiente de la vena aorta
deje de ser.
Quienes me aman
gritaron fuerte mi nombre,
cumplí maleficios por torpe,
reafirme teorías por triste,
por el silencio
que inundo las calles y casa,
creí que ningún pedazo de tierra sostendría mi voz.
Y no me caí,
no me caeré,
para tí escribo, la que escondió sus palabras
tras todas las bocas.
Tu muralla, que hace barcos con el pellejo del corazón
nunca será el desaliento de mis gaviotas,
caníbales hambrientos, siembras
caníbales hambrientos, cosechas.
El viento de tu isla repetirá el secreto,
conocerás la negrura, y ahí no podrás
jamás volver a romper el horizonte
de ningún ave que no sea tuya,
no todos los sueños son para ti,
aunque vuelen por tu cielo.
XV
Salgo de una casa intoxicada
lo que hay en ella son agrias sustancias.
Quien mire por las ventanas
conocerá las paredes llenas de ámpulas.
Salgo de la casa.
Imagino asnos que ríen
cuando dejo caer mi ropa
¿qué tiene mi ropa si es sólo
un conjunto de telas ajadas y simples?
Pero los asnos pasan y ríen
elevan las orejas como si quisieran escuchar
el crujir de mis entrañas o mi ropa.
No lo sé.
Ahora no puedo abandonar la casa.
Mi cuerpo se amotina cerca de la puerta
Ya no quiero repartir mis ojos
porque entonces tendré que aprender
a descuartizar los saludos de las tejas
a afilar mis uñas con los rostros quebradizos del concreto
a contener el canto de un gallo que desquicia los relojes.
Vuelvo a la casa.
La desolación se amontona en este baldío
quisiera gritar a las horas que detengan el galope
el tiempo es un caballo que cabalga en nuestra carne.
Quisiera admitir que deseo ser aquel gallo
o algún asno imaginario para reírme también
o ser esa mujer de húmedas facciones que el cielo libera
aunque después un estanque despiadado me arranque los cabellos.
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